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VERME EN UN DIBUJO DE BOTERO

Aunque desborde mi silueta, siento que puedo sostenerme en cada costado. No voy a sobrepasar nunca  de tamaño. No nací para ser estándard y que tengan que mirarme fijo para reconocerme. Soy heroína de mis proporciones; tengo la virtud de ser singular y de que no me pasen por alto. Ser como todas, tener la comodidad de un talle común, no es privilegio. La ropa está pensada para un tamaño vulgar; cualquiera se calza al cuerpo un vestido ajustado. El arte de vestirse consiste en provocar con lo poco común. Dejé de sorprenderme frente al espejo. Ensayé posiciones para que mi piel deje de desparramarse y sobresaliera de cualquier marco. Antes me entristecía el hecho de no encontrar lugar caber. Entendi que nadie es dueño de un espacio propio  y que todos podemos caber en el hueco que queramos. Después de todo vivir es llenar los “vacíos” que nos dejan libres. Somos pura carne sujeta. Estamos oprimidos. Mi exceso  tiene mucho de libertad.

FREUD LECTOR DE VIRGILIO

Freud en El malestar de la cultura (1929), entre otras cosas, desglosa el tema de culpa, la conciencia moral y las confronta con el “catecismo”  del hombre, un perdedor siempre recluido a sus cadenas. La impronta moral judeo cristiana ha llevado a pensar un “Paraíso” solo sostenido como expectativa celeste. Cuál es origen de la culpa? Nos pregunta Freud. Me parece interesante el tema del crimen inicial y su re significación en la conducta demasiado humana de los hombres. En el siglo I ac, el poeta Virgilio, escribe sus Églogas para celebrar el “topus amoenus” de la vida retirada de la ciudad. El emperador Augusto festejó cada palabra del escrito, porque correspondía a su política. Nada nuevo en la cultura que ha engendrado tantos monstruos como Góngora y Goya. La crítica literaria, que no deja de ocuparse de  acumular “textos nuevos” a lo leído se ensañó con un verso de la Bucólica IV del poeta latino: “las huellas de antiguo crimen” Las referencias, ese destino probable del sintagma,

FAMILIA: UN LUGAR COMÚN

 Alemania. María Zanetti Argentina. 2023 La vida familiar es el primer contacto con el exterior. Existe un relato tribal muy antiguo en donde los primeros sacrificios se celebran en la comunidad parental. Nos recocemos como parte de un linaje, un apellido y las mismas taras de quienes nos anteceden. Zanetti crea un clima muy cortazariano sobre los desvalidos, aquellos que reclaman atención. Nos damos cuenta de que los “convalecientes” nos dirigen los pasos. Alemania es una película con claroscuros, las escenas de luz pertenecen al exterior y la música logra que los personajes huyan del dolor. Alemania me recuerda a las leyendas de caballería en las que había que atravesar “pruebas” para lograr el Santo Grial. El deseo y el sufrimiento se dan la mano en la ruta del héroe. Alemania también es una historia que puede leerse desde el ángulo de cómo lo individual o filogenético se inserta en lo social u ontogenético. Somos lo que se encuentra en ese entramado. Un combate para escapar de la “

METAMORFOSIS

 El brote. Emiliano Dionisí. Teatro Maipo. CABA Creo que un actor se define cuando se calza en la piel a un personaje. Es un juego entre la apariencia, la realidad y la palabra. El teatro nunca dejó de ser un rito, un espectáculo que nos doblega justamente porque los “protagonistas” nos llevan a confundirlos entre tantos pliegues de ropa y de escena. El brote es también un viaje sin retorno. Asistimos en silencio, con algunas sonrisas porque alcanzamos a ver lo que la obra nos permite, no más: una batalla que nunca se resuelve entre el actor y su doble, entre un humano que cuelga su vestuario para enfrentar desnudo al público y al texto que se le asigna. Los protagonistas intentan “escapar” en vano de ese destino prefijado por la palabra; pero caen en la aridez de otra escena, de otro tiempo. El drama como género consiste en crear un rival, un jotro que siempre se esconde. Este  “viaje” que nos propone Dionisi, encarnado en las miles de “pieles” de Roberto Peloni, es la ruta sin límite

LO IRREAL

Adrianne and the Castle. Shannon Walsh. Estados Unidos. 2024 BAFICI El film canadiense indaga sobre la audacia de vivir la fantasía: el coraje de crear un “espacio” ajeno a lo frecuente. Es el camino para que el amor subsista sin necesidad de perderse en lo cotidiano. Los personajes se desplazan en un ambiente creado para la fuga a lo ficticio. La propuesta de Walsh es que el esoectador se declare cómplice de la trama; el sujeto que mira asiste con docilidad a ese mundo imposible, de seres salidos de los cuentos. Adrianne y el Castillo libra de cautela de lo apropiado en la escena, en la ropa y en los cuerpos.  No hay esceso sino un recurso en el que el regodeo tiene su medida. La medida de todo es el deseo mismo y su límite es el propio acomodamiento o inhibición. El amor de los protagonistas se extiende en la historia de otros: una leyenda que viene de lejos como escribió Von Sacher Masoch en La madre de Dios (XIX) y que nunca se detiene. En fin, una película que reflexiona sobre el

EL TERRITORIO

Los colonos. Felipe Gálvez.  Chile/Argentina. 2024 Gálvez nos plantea el antiguo interrogante sobre el suelo, la propiedad y lo extraño. El dominio del vasto territorio, en este caso, del sur de Chile, es un combate que libra el poder y sus habitantes históricos. Los colonos constituye un film épico: los dueños de siempre se apoderan de ia tierra a través de la matanza de los hombres originarios. La historia moderna, a esta “tarea” de pólvora y de sangre la tituló “conquista”. Siempre se saca al más débil aquello que le corresponde. Los códigos y la ley, que fueron hechos para sostener la apropiación, amparan la masacre injusta. El nativo configura siempre un “blanco fácil”, se lo acorraló desde antiguo para poder cercar con alambradas; cuestión de echar, correr hasta el abismo que pide la  justicia impropia. Los colonos es un film contundente. Los primeros planos poseen el tópico del paisaje ~aquello que nunca se posee~ y el de las caras de los perdedores. El film de Gálvez queda grab

AQUELLO QUE CRECE NUNCA LLEVA VOLUNTAD

Salió de la ducha todavía mojado. Antes de agarrar la toalla, se sorprendió porque notó una desmesura entre sus piernas. Una desproporción lo molestaba al intentar moverse. Se secó con temor a bajar la vista para comprobar una dimensión que lo aterraba. Su mujer dormía. Seguramente una sonrisa se le dibujaba en su rostro. A ella le debía agradar lo nuevo: esa forma que la provocaba y que la sometía a reconocer un ejercicio diferente. A él lo asustaba el hecho de que en pocos segundos, después de que intentó secarlo ese bulto con vida propia, se iba pareciendo a una soga con grosor diabólico. Se movió con cuidado. No quería despertar a su mujer ni al pedazo animado que ahora se había apropiado de su cuerpo. Como pudo buscó un calzoncillo, suponiendo de antemano que la sujeción es un recurso estéril a tanto impulso desenfrenado. Se colocó un segundo suspensor con la intención de que aquello volviera a su lugar de origen. Nada que se escapa retorna; salvo los hijos con culpa. Con mucho es