COMER EL SUELO AJENO

Baco Polaco. Mauricio Kartun. Teatro Sarmiento. 2025

Nunca Eurípides pudo imaginar a Dionisio irrumpir el campo argentino y festejar su ritual de fertilidad entre el polvo y la llanura. Kartun, de la misma manera que Leopoldo Marechal se apoderó de Antígona, “revisa” Las Bacantes. La llanura, como espacio devastado por el poder, es la escena adecuada para la orgía. Las mujeres poseídas por el instinto primario de supervivencia padecen entre unas “chapas” el dominio de siempre -en el siglo V ac se lo denominó “el macho cabrío” hoy es el hombre, ese masculino que sodomiza-. Kartun aprovecha casi todo de este Eurípides moderno y tan común para todos. Los griegos no veían a los protagonistas, se contentaban con observar sus “prosopon”, sus máscaras. Los actores se escondían porque los dramaturgos al ocultarlos trasladaban sus sufrimientos a la platea. El dolor pertenecía a todos; se destruía lo singular y, paso a paso, se iba camino a lo plural. Quizá el “pathos”

de Kartun en cada palabra de su Baco Polaco se puede hallar en la sombra, en esas voces que quiebran el silencio del campo, en la prostitución de lo extranjero, en aquello que hay que devorar, cuando el territorio no alcanza para todos. En fin, Kartun no tiene ni debe respetar fidelidad al texto clásico. La inmensidad de Kartun es el “decir” propio: el hecho de usar una lengua a partir de la cual nos reconocemos como sometidos. La tragedia también es un “pacto político”. No ser Penteo puede llegar a ser un horizonte.

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